Traducción por Nuria Net
Moda por Shibon Kennedy
Fotografía por Camila Falquez
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Cuando me encuentro con Rosalía en el piso 20 de un hotel del East Village de Nueva York, la cantante está sentada frente a Mei Kawajiri, la famosísima manicurista japonesa, quien le está aplicando pedrería incrustada y cadenas de oro en miniatura en sus extensiones de gel. Bajo la mirada hacia mis cutículas resecas y de repente me siento acomplejada. Quizás debería pedirle una cita para mí.
La minúscula habitación del hotel está llena de ropa vintage y de diseño desparramada por varias maletas, como si de una pista de obstáculos de Burberry se tratara. Los gases del gel flotan en el aire y Cayetana, la manager que acompaña a Rosalía en su día a día, lo siente desde el otro lado de la habitación. “Nos estamos poniendo super high ahora mismo”, dice entre risas.
Las uñas de Rosalía son una parte inherente de su imagen pública. Un escritor de VICE se somete a un experimento de una semana llevando las uñas como ella. Los medios españoles hacen extensas ponencias sobre la tradición del arte de uñas entre mujeres negras y latinas en Estados Unidos. Incluso son el foco de su nuevo video, “Aute Cuture”. Hoy, está claro que Rosalía sabe exactamente lo que quiere, y le pide muy amablemente a Mei que le agregue una capa de gel duro para reforzar el diseño. “¿Podemos cubrir, como realmente, realmente, realmente cubrir, todos estos detalles? Porque si no, se me atascarán en el pelo", dice, soltando una risita. (Rosalía dice esto en inglés, pero hacemos nuestra entrevista en español).
Para alguien que acaba de estrenarse en Coachella, y se ha pasado un mes de gira sin dormir, su atención a los detalles es verdaderamente impresionante. Aunque por lo que lleva puesto parece que esté lista para hacer el vago (lleva su pelo un poco encrespado, no tiene maquillaje y lleva un suéter gris cortado sobre el vientre, pantalón a cuadros rosa y tenis blancos de plataforma Naked Wolfe), Rosalía nunca aparenta estar totalmente relajada. Hace solo unas horas que regresó del festival Something in the Water de Pharrell y ya está en medio de los preparativos para sus dos presentaciones en Webster Hall de Manhattan, pero Rosalía logra encontrar el momento libre para ensayar una de sus rutinas de baile. O contemplar un tratamiento creativo con su hermana Pili (quien es también su estilista). O incluso deconstruir las representaciones de la femineidad de su película favorita de Pedro Almodóvar (que por cierto, es un triple empate entre Volver, Mujeres al borde de un ataque de nervios y Tacones lejanos y no Dolor y gloria, la última del director y donde hace un cameo).
En un momento dado, le comento a Rosalía cuánto odio sacarme los lentes de contacto cuando me hago las uñas. “Lo único que yo puedo admitir que no puedo hacer con las uñas hechas muy largas, es que no puedo sacar la tarjeta del cajero”, me dice.
A Rosalía, de 26 años, no le gusta no poder hacer algo, y no parece haber aceptado un “no” por respuesta en los pasados dos años. Durante ese tiempo, ha pasado de ser una cantante de flamenco en su España natal a convertirse en una estrella del pop internacional, desafiando todo tipo de géneros. Colabora con James Blake, aparece el Instagram de Kourtney Kardashian, le enseña español a Alicia Keys y sale con Dua Lipa en entregas de premios.
Antes que los fans empezaran a llamarla “Diosalía”, muchos la conocían por su video de “Malamente”, una canción que colisiona el gran drama del flamenco con portentosos ornamentos de sintetizadores electrónicos. El video fue creado por la conocida productora CANADA de Barcelona. Es un impresionante collage de coreografía intensa, con alusiones a las corridas de toros y los nazarenos que desfilan por las calles durante la Semana Santa en España vestidos con capuchas puntiagudas.
“Malamente” rompió el internet tras su lanzamiento el pasado mayo, presentando a Rosalía al mundo como una narradora audiovisual meticulosa preparada para modernizar un estilo folclórico sacrosanto mientras se afirmaba a sí misma como una innovadora de la música pop. El clip refracta la teatralidad de un estilo antiguo a través de un lente del futuro, convenciendo a jóvenes oyentes de todo el mundo de que el flamenco tiene su lugar al lado de voces filtradas por Auto-Tune y los tracksuits de lujo. Al momento de escribirse estas líneas, el video de “Malamente” tiene casi 76 millones de vistas en YouTube.
"Entiendo que hay mucha gente que no pueda conectar con mi música porque sé que mi música es una propuesta radical, es una propuesta muy personal", dice Rosalía sobre su híbrido de elementos flamencos y electrónicos. "Habrá personas que puedan conectarse con ella, y muchas que no. Entiendo el riesgo al tomar estas decisiones con mi música". Si te adentras en las aguas oscuras y profundas de YouTube, encontrarás un video de Rosalía a los 15 años de edad, compitiendo en el reality show español Tú sí que vales. Cuesta ver hasta el final. Rosalía sube al escenario solo con una guitarra, interpretando una versión muy rudimentaria de un tema flamenco. Cuando los jueces le dicen que a su voz le falta carácter, irrumpe en una versión de "No One" de Alicia Keys en un intento de demostrar lo contrario.
Pero no es suficiente para impresionarlos. "Creo que tienes mucho potencial, pero que aún no sabes sacarlo", dice uno de los panelistas. Rosalía toma sus comentarios con filosofía. "No importa", dice. "He venido aquí para aceptar críticas y aprender de profesionales como vosotros, y yo acepto tu opinión."
Ahora, mientras se prepara para un verano repleto de presentaciones en festivales de todo el mundo, ese episodio parece como un recuerdo adolescente distante e incómodo, vestigios de otra vida.
Rosalía Vila Tobella se crió en Sant Esteve Sesrovires, una pequeña ciudad industrial en el área metropolitana de Barcelona. Junto a su hermana, soñaba mundos diferentes con sus Barbies y muñecas Bratz. Y con sus 11 primas, pasaban el tiempo maquillándose, conjurando personajes con historias imaginarias. A veces, se inventaban escuelas, otras veces, jugaban a tiendas o creaban sus propias pandillas de chicas.
A medida que se hicieron mayores, Rosalía y Pili se montaban en los autos tuneados de chicos adolescentes y circulaban por las áreas industriales de su región del Baix Llobregat de Cataluña. Recorrían autopistas, estaciones de servicio, fábricas y almacenes que luego servirían de inspiración para el video de "Malamente".
No fue hasta los 13 años que Rosalía sintió el flechazo del flamenco. Sucedió un día cuando estaba pasando el rato afuera de su escuela y escuchó un auto tocando a todo volumen una canción con melismáticas voces en diferentes escalas y con palmas rítmicas. “Desde el principio lo supe”, dice Rosalía con determinación y mirándome directamente a los ojos. “Me di cuenta y dije ‘Este es mi camino’”.
Conocía muy poco sobre el flamenco, un estilo de música y danza que surgió de la mezcla de castellanos, moros, judíos sefardíes y la comunidad romaní en el sur de España y codificado en la Andalucía del siglo XIX. No conocía los aullidos sentimentales del cante jondo flamenco o su frenético zapateado. Pero eso no importó. "Eso es lo que sentía cuando lo descubrí, ‘sé que es algo importante en mi camino’”, dice.
Rosalía comenzó a juntarse en el parque con amigos de la diáspora andaluza que escuchaban flamenco. "Estaban en mi entorno [creciendo] en Cataluña", dice. "O tenían amigos que eran hijos de inmigrantes de Andalucía". Su artista favorito pronto se convirtió en Camarón de la Isla, el célebre cantaor que en los años 70 revolucionó el flamenco incorporando elementos del jazz y el rock como el bajo eléctrico y considerado en su época como un rebelde del género.
Rosalía había estudiado guitarra desde los nueve años, cuando sus padres le regalaron una de la ciudad andaluza de Granada. Comenzó a cantar un año después, pero no empezó a estudiar con una maestra vocal hasta que escuchó flamenco desde aquel auto frente a su escuela. A los 16 años, comenzó a prepararse con el virtuoso cantaor de flamenco José Miguel “El Chiqui de la Línea” Vizcaya, quien le enseñó a tocar piano y a continuar su entrenamiento vocal. Muy poco después, Rosalía ya cantaba en tablaos y bares de Barcelona, a veces sin paga. "Les pedía que me dejaran cantar", dice, perdiéndose en los recuerdos de esos años. "Incluso, me pagaban con la cena".
Eventualmente, deseosa por estudiar la disciplina de una manera más formal, Rosalía se inscribió en la Escuela Superior de Música de Catalunya en Barcelona. Allí, aún bajo la tutela de “El Chiqui”, obtuvo su licenciatura en interpretación vocal de flamenco, graduándose a los 24 años. Para aquellos cuyo primer encuentro con Rosalía fue El mal querer el año pasado, su formación en interpretación de flamenco tradicional resulta sorprendente. El álbum, una obra conceptual basada en samples y loops, fue co-producido por la propia Rosalía y por el artista y productor El Guincho, amigo suyo desde hace años. Antes de que fuera la figura iconoclasta que es ahora, Rosalía era conocida como una egresada de escuela de música cuyo disco Los ángeles de 2017, empujó los límites de las trémulas melismas del flamenco y sus propias acrobacias vocales. Tras los elogios de la crítica española a este debut, Rosalía empezó a investigar sonidos electrónicos, inspirada por su amor por Brian Eno y James Blake.
“Me centré en sonidos más acústicos, pero siempre estuve escuchando mucha música electrónica”, dice. “Y nunca explico esto, pero siempre sentía un choque entre lo que yo estaba tocando y lo que yo estudiaba con cómo estaba sonando el mundo a mi alrededor. Mi oreja se fue formando de esa manera mientras yo crecía, tocando instrumentos reales. Pero en mi segundo disco, quise buscar algo que no tuviera nada que ver.”
Rosalía había explorado sonidos fuera del flamenco antes, como en su featuring en el tema urbano de toques dancehall “Antes de morirme” de C. Tangana en 2016. Pero El mal querer era algo completamente diferente: una aventura artística de alto nivel basada en la novela Flamenca, una obra anónima del siglo XIII escrita en occitano, una antigua lengua románica. La novela narra la disolución de una relación tóxica, en la que una mujer es encerrada en una torre por su marido celoso. El mal querer fue lanzado en noviembre del año pasado, y fue una elaboración de su tesis universitaria, que incluyó el desarrollo del concepto general, la música y una presentación en vivo. La producción fue una divergencia radical de su debut, rozando los bordes del pop con gélidos susurros electrónicos, efectos de vibrato en descomposición y etéreas melodías de R&B. Pero según Rosalía, el disco fue un estudio en el poder de la voz.
“A partir de la voz surge todo. Cuando escucho a una persona hablar, cuando escucho a una persona comunicarse, el sonido a mí me da mucha información, más allá de lo que esa persona esté diciendo. Creo que hay mucha magia en las voces. Me encantan las voces muy, muy antiguas, muy roncas, las voces jondas. Me gustan las voces ásperas, me gustan la voces metálicas, me gustan las voces aterciopeladas, me gustan las voces de niños”, dice. Rosalía suele hablar así a menudo, en párrafos elaborados y expresivos, como si estuviera escribiendo una declaración de artista en tiempo real.
El mal querer fue un éxito de la crítica; Rosalía había logrado yuxtaponer sonidos contemporáneos y folklóricos de manera triunfal. Los medios españoles la elogiaron por reimaginar el flamenco para las nuevas generaciones. Para muchos en América Latina, su enfoque inesperado trajo un soplo de aire fresco al pop-reggaeton cada vez más diluido que domina las ondas radiales. Y tal vez debido a la forma en que el internet ha desarraigado las fronteras musicales y ha traído sonidos hiperlocales al mainstream, Rosalía también ha cosechado seguidores en Estados Unidos e Inglaterra. Aunque es una narrativa trillada en la prensa en inglés, es cierto que hay algo refrescante en la notoriedad de Rosalía en el mercado anglosajón: las referencias de Rosalía son poco conocidas para esos públicos. Entre sus palabras austeras y punitivas y sus escurridas palmadas sincopadas, la grandeza y el sentimentalismo de El mal querer son más que suficientes para conectar con cualquier oyente, sin importar el idioma.
El mal querer abrió las compuertas. Desde su lanzamiento en noviembre de 2018, Rosalía ha actuado frente a 11,000 personas en la famosa Plaza de Colón de Madrid, ha recibido cinco nominaciones a los Latin Grammy, y ha colaborado en el estudio con Oneohtrix Point Never, James Blake y Billie Eilish, entre otros. Hace unas semanas, colaboró con A.CHAL, el cantante y productor de R&B de origen peruano en una canción para el álbum de Game of Thrones. Un indicador de relevancia si lo hubiera. En marzo, anunció una gira norteamericana y presentaciones en festivales por América Latina y Estados Unidos, incluyendo Lollapalooza (en sus ediciones de Chicago, Argentina y Chile), Coachella y el Red Bull Music Festival, lo que la ha traído a Nueva York esta semana.
La prensa norteamericana a menudo agrupa a Rosalía bajo la categoría de música latina. Aunque ha colaborado con superestrellas latinas como J Balvin en algunas canciones, la mayoría de su repertorio se basa en una tradición que poco tiene que ver con Latinoamérica, pese a las profundas raíces coloniales de España en la región.
A principios de este año, Billboard la entrevistó para una segmento de video llamado “Growing Up Latino”. Rosalía no es la primera artista española en beneficiarse de este tipo de márketing impreciso (Alejandro Sanz y Enrique Iglesias son otros ejemplos), pero el video no sentó bien con algunos miembros de la comunidad latina en Estados Unidos, sobretodo cuando Rosalía dice que cuando viaja a lugares como Panamá y México, “Me siento latina”. Tres meses después, cuando le pregunto cómo se siente cuando la prensa en inglés la cataloga como una estrella de la música latina, ella menciona la entrevista de Billboard como un ejemplo.
Aunque esa experiencia la ha hecho más consciente y sensible de usar terminología incorrecta, está claro que todavía está tratando de entender los matices.
“Si la música latina es música hecha en español, entonces mi música forma parte de la música latina”, dice. “Pero sí tengo claro que a lo mejor si yo digo que soy una artista latina, no sé si es correcto, ¿No? Formo parte de un movimiento, de una generación que está haciendo música en español. Entonces, no se, en ese sentido, prefiero dejar que los demás decidan, si me engloban en eso, ¿No?”
Por otra parte, en España Rosalía se ha enfrentado a preguntas sobre su relación con la cultura flamenca. Los orígenes de esta tradición son un tema de amplio debate entre los historiadores, pero en general, se considera un arte que se originó en Andalucía entre los siglos IX y XIV, cuando la comunidad romaní emigró al sur de España desde lo que son en la actualidad India y Pakistán. Dada su conexión con esa comunidad, el flamenco tiene una larga historia de marginación. En España, como en otros países europeos, los romaníes - que se identifican como gitanos - a través de los siglos han enfrentado discriminación, exclusión social y estereotipos racistas. Un estudio realizado en 2011 por la Fundación Secretariado Gitano, halló que seis de cada 10 gitanos mayores de 16 años son analfabetos, y que en España la población romaní tiene una tasa de desempleo del 36.4%, en comparación con el 20.9% de la población general.
Específicamente, hay gente que ha cuestionado el uso de Rosalía de la iconografía y el vocabulario gitano, así como el acento andaluz que emplea en muchas de sus canciones. “Malamente” en particular ha sido un tema controversial entre algunos fanáticos, dada su pronunciación de "muy" y el uso de la jerga andaluza "quillo", una abreviatura de “chiquillo”, o niño. Algunos dicen que Rosalía tiene una plataforma para hablar sobre la marginación gitana y la historia del flamenco que ella no está aprovechando.
A finales de 2017, la activista gitana Noelia Cortés escribió un hilo en Twitter para expresar su preocupación por el uso de los símbolos gitanos por parte de Rosalía, caracterizándolos como un "disfraz" que se puede poner y quitar cuando le apetezca. “No soporto que tengas más oportunidades que las gitanas que cantan desde niñas sobre sus raíces,” escribió. Los comentarios de Cortés repercutieron en las redes sociales y finalmente en destacados periódicos españoles y blogs de música.
Rosalía admite que inicialmente estas críticas la confundían. “Al principio, cuando yo recibí esos inputs, supongo que no lo entendi a lo mejor, porque enseguida pensaba, ‘pero si he tenido que estudiar tan duro’. Nadie a mi alrededor se dedicaba a la música, no había nadie conectado con la industria. He tenido que dedicarme tantos años a estudiar y trabajar a la vez, y ha sido tan duro para mí. ¿Cómo alguien puede decir eso, no?”
Año y medio después, Rosalía dice que ha llegado a comprender que la conversación tenía que ver sobre su acceso a recursos que los propios miembros de la comunidad gitana carecen. “Me di cuenta que el problema de fondo es el privilegio, el decir que hay personas que al día de hoy quieren a lo mejor dedicarse a una cosa como esta, y aún lo tienen más difícil porque no tienen la posibilidad de estudiar,” dice. Eventualmente, agrega, reconoció que los artistas gitanos no suelen tener la misma visibilidad que otros en la industria del flamenco. “La comunidad gitana es una comunidad que ha sido tan importante para el flamenco. Para que el flamenco se codificara. La visibilidad que algunos artistas no han recibido, empatizo con eso", dice.
Rosalía ha colaborado con varios artistas gitanos desde el inicio de su carrera. Más recientemente, para El mal querer reclutó al dúo palmero Los Mellis de Huelva, percusionistas que brindan las manos de staccato en "Pienso en tu mirá" y "Di mi nombre". Para su gira norteamericana, la acompañan los también gemelos Fran y Nico Santiago-Fernández. Rosalía también expresa que en un futuro le gustaría abrir un espacio donde pueda hacer de mentora a otros artistas. “Con el tiempo, me encantaría tener un espacio donde pueda compartir con todos los que quieran estudiar música. Todo lo que yo construyo y lo que yo aprendo en estos años, me encantaría que pudiera servir para otras personas, para otros artistas, para otros futuros. Hay muchas veces que por más que quieras, tu entorno no lo permite”, dice.
Aún así, a Rosalía le siguen preocupando las críticas y sigue siendo algo que intenta reconciliar con el profundo respeto que siente por la tradición flamenca. Vuelve a enfatizar todo el esfuerzo que le ha suponido. “Entiendo que al final no es un ataque hacia mí personalmente, porque creo que cuando alguien ataca de esa manera no sabe todo lo que hay detrás,” dice. "El trabajo, el esfuerzo y el camino que he tenido que recorrer y el respeto y el amor que le pongo a todo esto. Pero a la vez, entiendo de dónde vienen y por qué".
De vuelta en el hotel, las uñas de Rosalía están repletas de brillantes, como finas garras. Ivy Queen seguro estaría muy orgullosa.
Pili se acerca con su computadora para mostrarme un primer corte del video de "Aute Cuture"."Cada vez que lo veo, me gusta más", dice con una sonrisa. El video fue dirigido por Bradley y Pablo, el dúo creativo responsable por “MotorSport” de Migos, Nicki Minaj y Cardi B, y Pili ayudó a conceptualizarlo.
Como es de esperarse, “Aute Cuture” es una maravillosa oda al empoderamiento femenino, visto a través de la estética del arte de las uñas. En la primera toma se ve una figura con un corsé de cuero y botas verde lima usando una extensión de acrílico en su dedo meñique como boquilla de cigarrillo. “En el negocio de la belleza, las cosas no siempre son lo que parecen,” se escucha una voz decir en inglés. “Prueba de ello eran las chicas de Aute Cuture, una ganga de manicuristas ambulantes. Pasaron por este pueblo y se dice que las uñas que esculpían tenían poderes”.
La girl gang de Aute Cuture abre un salón de belleza en un pueblo desierto, y Rosalía se enfrenta con sus garras doradas a los Green Bros, unos “socios de negocio sucio” con pelo verde neón. Cuando un trato con los Bros sale mal, Rosalía les raja una de sus mejillas con su espolón. Rosalía aparece fabulosamente despreocupada durante toda la debacle, y ya me puedo imaginar a los stans gritando “yaaaas queen!” en los comentarios de YouTube.
Ese poder es precisamente lo que Rosalía y su Pili dicen que quieren transmitir. Ha pasado más de una década desde que fantaseaban con sus Barbies, pero cuando de creatividad se trata, las hermanas siguen tramando fábulas muy en sus cabezas. "A mí lo que me gusta al final en el arte es crear mundos,” dice Pili. “Te desprendes de la realidad pero creas algo diferente. Para liberarte, hacer lo que tú quieras.”
La formación en historia del arte de Pili es evidente en los videos barrocos de Rosalía, igual que su amor por la moda callejera. Tomemos, por ejemplo, el video de “De aquí no sales”. Un hombre se rocía con gas y se prende en fuego mientras Rosalía canta a capella en un estanque de agua turbia vestida de rojo carmesí y con lentes de contacto azul hielo. Momentos después, se monta una motocicleta y va por una carretera desierta seguida por un crew de bailarinas en camionetas. El clip de “Con altura”, su colaboración de reggaeton de la vieja escuela con J Balvin y El Guincho, se lleva a cabo en un jet privado de fantasía. El Guincho hace de piloto, mientras que Balvin y Rosalía se entretienen con videojuegos y organizando un rave de reggaeton en la cabina del avión.
Las Vila están muy compenetradas y cada hermana termina la frase de la otra; Rosalía interviene, luego Pili añade otra reflexión. Ahora, están explicando en tándem el significado de la moto en el video de "Malamente" (es una alusión a un toro). “Son como esos elementos visuales usados a modo de metáfora para expresar lo que hay detrás de la canción”, dice Rosalía. Pili agrega: "Al final, la inspiración máxima es la propia música".
Después de darle varias vueltas al tema, Pili mira a su hermana. “Rosalía es una persona que sabe sacar lo mejor de cada persona”, dice cariñosamente para luego sacar una sonrisa pícara. “Empuja mucho, para lo bueno y para lo malo”.
"No, para lo bueno, come on!’", le responde Rosalía.
La noche del concierto del Red Bull Music Fest en Nueva York, Fran y Nico están en un sofá en el backstage de Webster Hall hablando con las coristas, bailarinas y tramoyistas. Acaban de cambiarse a unos tracksuits blancos, un look que parece incongruente porque en unas pocas horas, estarán interpretando un arte centenario. Pero aunque no lo parezca, encaja. A su alrededor, las bailarinas se alisan el pelo, envían mensajes a sus familiares y amigos por WhatsApp y repasan sus rutinas. Portan blusas blancas translúcidas con la parte delantera cruzada y pantalones a juego. Escucho a alguien susurrar que Rosalía ha sido invitada a la gala del Met (al final no pudo asistir) y a una de sus coristas cantar en voz baja "Cuando Perriabas" de Bad Bunny.
Mi intento de pasar desapercibida fracasa: después de un rato, el stage manager nota mi silencio y se encoge de hombros. “Todos los camerinos son aburridos antes de un concierto”, me dice, luego dirigiéndose a los gemelos. “Bueno, excepto los de los gitanos probablemente.” Un hermano, Fran o Nico (no los puedo distinguir) se anima solo de pensarlo. "Se monta otro concierto", dice.
Después de un rato, Pili aparece luciendo una enorme gabardina de charol rojo y me invita al camerino de Rosalía. Allí, la cantante está con su asistente, su maquillista y su madre, quien acaba de llegar de Barcelona y está bajo los efectos del jetlag. Están sentados en sofás rebuscando entre las maletas. Pili se deja caer en uno de ellos y ensimismada, pinta garabatos en una tableta con su stylus.
Rosalía se levanta y me saluda a la española, con un beso en cada mejilla. Al sentarse, pide ibuprofeno y su maquillista le pregunta qué le parece el lápiz de ojos e iluminador. “Este lado está más largo que el otro”, dice sobre el delineador mirándose en el espejo y empiezan un toma y daca sobre si el iluminador está reflejando bien la luz. Finalmente, deciden descartarlo y probar otra cosa. Verla así en acción con su maquillista, afinando cada detalle, me hace recordar algo que me dijo en su habitación del hotel el día anterior. “Te lo juro, es como una necesidad,” me dijo. “Es como que siempre tengo clara una visión, y siempre tengo que llevarla a cabo.”
Una hora más tarde, después de que las bailarinas, los palmeros y las coristas han terminado de comer sus empanadas, Rosalía sale de su camerino y los reúne a todos para unas palabras de ánimo y un poco de calentamiento antes del show. El Guincho sale de otro camerino, listo para salir primero al escenario. Mientras Rosalía se agacha para tocarse los dedos de los pies, su cola de caballo le cae sin querer en la cara de una de sus bailarinas y el pecho de otra casi se le sale de su bodysuit. "¡Ay, mi teta!", dice, y todos se ríen a la vez.
Cuando terminan de estirarse, Rosalía se lanza a su discurso, como si fuera un entrenador de fútbol estadounidense de high school en una comedia romántica. "Es muy importante que nos mantengamos conectados en el escenario", dice. "Estamos muy cerca de la gente, no como en Coachella". Todos asienten con aprobación, los ojos y oídos bien abiertos. "Vamos a ponerle mucho amor."
Desde el minuto en que pisa el escenario, Rosalía tiene al público en el bolsillo. La multitud
grita con cada salto por el escenario, con cada paso invocando a Janet Jackson y Carmen Amaya en igual medida. (La coreografía fue elaborada por la angelina Charm La’Donna, quien ha trabajado con Madonna y Kendrick Lamar, en colaboración con la profesora de baile flamenco de Rosalía.) Luego, Rosalía pasa de tocar el sampler de El Guincho en "Pienso en tu mirá", a una impecable y espectral interpretación a capella de "Catalina" de su disco Los ángeles. Parece que levita del suelo. Durante otra canción, el grupo de bailarinas la envuelven con un tul rojo, sus delicados floreos asomándose a través de la tela semitransparente. Un miembro del público chilla, “¡Mátame ya!”
Después del show, mi cabeza aún dando vueltas, regreso al camerino para devolver mi pase de prensa y termino charlando con Pili, quien solo me escucha a medias y me informa muy educadamente que su hermana está con Caetano Veloso a solo cinco pies de mi (aunque no menciona que justo al lado está David Byrne). Al salir del vestuario, me acuerdo de algo que dijo Rosalía el día anterior, cuando le pregunté dónde se sitúa ella misma dentro de la tradición del flamenco. "Hay artistas de todo tipo", me dijo. "Hay artistas que están aquí para recordarnos de dónde venimos; hay artistas que están aquí para mostrarnos caminos hacia dónde ir, ¿sabes?”
Rosalía no encaja firmemente en ninguna de estas categorías. Por un lado, es una artista que venera muchísimo la tradición, pero por otro, está decidida a trazar su propio camino. Por ende, su obra refleja algunos de los grandes dilemas del panorama musical actual, cada vez más globalizado, sobretodo teniendo en cuenta que en España, las identidades regionales son motivo tanto de orgullo como de debate. Rosalía honra las raíces de un estilo antiguo a la vez que potencia su evolución, y esto no es tarea fácil. En su sentido más amplio, su historia es otro ejemplo más de lo que pasa cuando una cultura local se populariza y se comercializa, cambiando su significado.
Vivimos en una era donde el arte es objeto de debate moral en la opinión pública, y un vehículo para examinar algunos de los problemas sociales más imperiosos de la actualidad. Es difícil predecir cómo evolucionará la relación entre Rosalía y la cultura de la cual toma tanta de su inspiración. Eso sí, estos últimos dos años la han obligado a ser consciente de su rol y su identidad como una artista española en busca de fama internacional. A medida que crece su celebridad, solo se puede esperar que ponga tanto cuidado y reflexión en esto como lo hace con cualquier otro elemento de su práctica artística, incluso mientras continúa inspirándose en los mundos imaginarios de su cabeza.
“Honestamente, no sé que artista soy”, me dijo mientras le hacían las uñas. Pausó por un momento para meditar como expresar lo que se siente estar atraída tanto por el pasado como por el futuro. “No sé lo que va a significar mi trabajo dentro de unos años. Pero sí que tengo claro que sobre todo, soy experimental. Es una necesidad para mí. No sé vivir de otra manera. No sé hacer otra cosa. No existe una alternativa."
Asistente de moda: Bastien Allen. Pelo por Tanya Meléndez, maquillaje por Jeffrey Baum con Pat McGrath Labs e In Fiore Skincare.